Wednesday, November 6, 2013

DUO RAICES 2001 - DEL SENTIR OLIMAREÑO (DISTRIBUCION LIBRE)


 A Elihezer Díaz lo encontramos en su taller puliendo unas autopartes de carrocería que una empresa de Montevideo le envía previo al trabajo de pintura. Hasta allí y a modo de guía, me acompañó Ruben Eduardo Acevedo, poeta, escritor, periodista y amigo, trepando la larga cuesta de Areguatí hasta las alturas de Treinta y Tres. La mano que me extendió, puntillada de blanco por partículas del lijado, precedió a las presentaciones de rigor.
- Se ve que no les gusta hacer este trabajo – fue su comentario, cuando nos mostramos interesados en su tarea. Se mostró solícito y cortés cuando le explique las razones de mi visita, pero era claro que a los mandones directivos de las autopartes no les gusta esperar mucho y aún se veían muchas piezas esperando para el lijado.
- ¿Cholito, estás en tu casa? Ah, bueno porque va a ir Rubito con un amigo que anda buscando información sobre los discos nuestros – le explicó a un teléfono celular que se llevó una buena cantidad de las blancas partículas. Otras tantas me llevé yo en mi mano derecha, luego de una despedida acompañada de sus sinceras excusas por no poder acceder en el momento a nuestro pedido.
A Liberio Acuña – “tres cuadras por esta misma calle, doblan a la izquierda en la iglesia, dos cuadras más, pasando la esquina, a la izquierda, casi en la mitad de la cuadra” – lo encontramos barriendo el piso de su pequeña y modesta vivienda. “NO TOMO MÁS TRABAJOS”, decía un letrerito colocado tras el vidrio de la puerta, poniéndole indefectiblemente punto final a su labor pos jubilación de su oficio de zapatero.
- “Ya me cansé. No tiene sentido trabajar tantos años. Hay que disfrutar un poco” – decía su voz detrás de una mampara divisoria y mientras buscaba el material que le pedimos. – “Debo tenerlo por aquí“ – prosiguió ya en nuestra presencia – mientras hurgaba afanoso en el interior de un viejo portafolios de cuero que se veía venerable de años y de recuerdos. Es un criollo que habla con el hablar económico y arrocero de su Cebollatí natal, mientras fuma, uno tras otro, unos finos cigarros armados en papel de alquitrán.
Hablamos mucho más, cuando volví más tarde, para devolver unos documentos que llevara para fotocopiar. Hablamos de los músicos de Treinta y Tres, de los de su pago y de los del mío; de viejas orquestas, de buenos guitarreros, de artistas recordados, de cuanto recuerdo grato surge en una prosa así y claro está de los proyectos del dúo Raíces. Me fui, cuando el sol de noviembre, se iba en busca de las cuchillas lejanas y él estaba realizando el pago de una manta de capincho, que un vecino cazador le trajera. Tal vez, fuera “Miguel el capinchero”. Eso sí no lo sé.
Así viven, así trabajan, así, de un modo tan artesanal van creando de a poquito su obra y por qué no, así sueñan estos músicos de Treinta y Tres, Uruguay. Si hasta es un verdadero milagro que canten tan lindo.
Tal vez sea el milagro de un pago cantor.
4 de noviembre de 2013 – d.b.l.

Enlace en el titulo.

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