Saturday, April 27, 2013

MIGUEL ANGEL OLIVERA 2010 - LA HISTORIA DE LA TABLADA



Miguel Ángel Olivera es alambrador, payador y poeta. Vaya uno a saber en que orden pero es todo eso y seguramente más. Desde el alba al ocaso, enhebra cuchillas y valles, vientos y soles, heladas y cerrazones, guitarreando unos floreos agrestes punteados a sudor y esfuerzo en las siete cuerdas de un alambrado de ley. Pero en la nochecita, asomado al pozo germinal de algún fogón criollo, sus dedos, agarrotados por la pala de pocear, la barreta y la llave de alambrar, recorren con ternura los seis hilos sonoros del alambrado musical de su guitarra. Entonces su voz, áspera y honda como el paisaje que de a poco va encerrando con sus alambrados, se alza en un canto criollo que es, indefectiblemente, un himno al trabajo. Da gusto escuchar un criollo así. Hombre capaz de bordar el paisaje con pentagramas en los que el viento del sur cuelga sonoras armonías en días de temporal, o también  capaz de internarse en el alma musical de su guitarra para volcar allí, su poesía vital, de profunda raíz campesina. Porque la poesía de Olivera es, ante todo un canto a la vida del campo. Un canto que honra la dignidad del criollo de estas tierras. Del que no sabe de quejas ni de lamentos. Del que llora muy poco y a sus ojos apenas “asoma algún lagrimeo” ante la muerte inevitable, así se trate  de un ser querido, de un amigo, de un matungo viejo ó de un perro enfermo. El nativo resignado, quejoso y mendicante que han cantado muchos buenos poetas, no es de estas regiones. Es el que hemos visto alguna vez, picaneando con criolla paciencia el paso lerdo de cuatro yuntas. Ó aquel que va  armando de a poco un silbido interminable detrás de una tropa. Ö el guasquero que forja su obra primorosa en un pozo de silencio. Ó el peón del arrozal, la pala al hombro, canturreando al duro sol de enero mientras camina descalzo por el lomo de una taipa. Ó el esquilador. Y el peón de campo. Y el albañil, y el herrero, y la lavandera, y el alambrador y tantos otros. Todos ellos saben de penurias. Las injusticias sociales han existido desde siempre y todos ellos las han sufrido de algún modo. Pero su espíritu indomable no admite quejas vanas. Antes bien, hay, además de una sana y fecunda rebeldía, hasta cierto orgullo en eso de cruzar la vida sabiendo que solo se depende de sí mismo, del propio esfuerzo generoso. Legítimo orgullo que tan acertadamente describe Olivera en su poesía. Al “Bomba” Delgao, lo halló Miguel Ángel Olivera, una tarde gris y fría, “metido en el pisadero, pisando con un overo y un lobunito gatiao”. Y cuando el hombre bajó del montao, para tenderle su ruda mano, no fue para desgranar un largo rosario de penurias, sino para acceder al momento mágico en el cual, “de paisano a paisano hablamos entusiasmao”. ¿Cuál es el motivo de tal entusiasmo? ¿El durísimo trabajo de la olería?¿Ó el orgullo ó quizás altivez, que deviene de esa fortalecedora filosofía que va dejando al criollo “igual que acero templao”?. “Cómo extraño la Tablada – me dijo el viejo Carmelo”, canta Olivera en esa estupenda creación que es La historia de La Tablada. ¿Y qué cosa extraña el viejo tropero? La Tablada no fue un lugar de diversión ó de juerga. No era una pulpería, una jineteada, unas cuadreras, un baile criollo, una yerra, una tabeada. Era un lugar de rudo trabajo donde “a la una de la mañana ya había trenes atracaos”. ¡Y el viejo criollo extraña todo eso!. Repasando la obra poética de Miguel Ángel Olivera, se va descubriendo, ese mensaje de voluntad inquebrantable, entereza moral y respeto por el trabajo, nacidos y crecidos al amparo de principios éticos insobornables y  que han distinguido y aún distinguen a cientos y cientos de criollos que hemos conocido a la largo y ancho de nuestra campaña. Gracias Don Miguel Ángel Olivera por ese mensaje de fe. Hoy, tan necesario y ejemplarizante, en nuestra decadente sociedad. (Diver Becerra Lopez)

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